Prácticas del Lenguaje

martes, 25 de junio de 2019

Estanislao López según José María Paz


José María Paz, el militar unitario que derrotó a Facundo Quiroga, también se enfrentó a Estanislao López. Fue apresado durante años en Santa Fé y, una vez libre, combatió al gobierno de Rosas. También en sus memorias escribió sobre el caudillo santafesino:
“Este caudillo era un gaucho en todo sentido. Taimado, silencioso, suspicaz, penetrante, indolente y desconfiado: no se mostró cruel, pero tampoco era sensible: no se complacía en derramar sangre, pero la veía correr sin conmoverse. No excitaba desenfrenadamente a la plebe, pero tampoco reprimía los desórdenes. [...] López tenía una sagacidad especial para descubrir quién había cometido un crimen, porque conociendo personal e íntimamente a todos los gauchos como él, sabía perfectamente sus tendencias, capacidad e inclinaciones.”

Canción a Estanislao López - Orlando Veracruz


Manuel Belgrano, el general / llegó con tropas va al Paraguay / le ha dao Rosario los milicianos
/ son rosarinos, buenos paisanos / y Santa Fe le ha de sumar los cien blandengues pa’ l general.
Francisco Aldao, el capitán / le está contando a Don Manuel / que hay un sargento mejor que él
/ quién sino López habría de ser / ese sargento dónde andará / a ese sargento tráiganlo acá.
Junto a Belgrano el combatió/en Campichuelo y Paraguai/Cayendo preso en Tacuarí/lo
trasladaron para Asunción/y lo embarcaron en Doña Flora/una fragata bien española.
En la fragata encadenado/del cautiverio está cansado/Montevideo se ve a lo lejos/el río del Plata da su reflejo/cuatro mil metros hay que nadar/para a la costa poder llegar.
Surge una alerta desde estribor/está extrañando su Santa Fe/y aprovechando que no se ve/se tira al agua desde babor/el Quillá lo hizo buen nadador/chiflan las balas alrededor.
Llegó a la costa y allí Rondó/le dio un abrazo y felicitó/por ser valiente y decidido/este sargento
es ascendido/ya llega alférez a Santa Fe/con sus blandengues se vuelve a ver.

Semblanza de Rosas realizada por Charles Darwin.


Charles Darwin, fue uno de los más importantes científicos del siglo XIX. A los 26 años se embarcó como naturalista en el viaje de exploración alrededor del mundo en una misión oficial del capitán del barco, Robert Fitz Roy. En ese viaje, que duró de 1831 a 1836, Darwin recorrió América del Sur, realizando diversas y muy valiosas investigaciones. La semblanza de Juan Manuel de Rosas fue escrita luego de un encuentro entre ambos en un campamento a orillas del río Colorado, donde Rosas se encontraba al mando de sus tropas, en agosto de 1833.
“[…] El campamento del general Rosas está muy cerca de este río [Colorado]. Es un cuadrado formado por carretas, artillería, chozas de paja, etc. No hay más que caballería, y pienso que nunca se ha juntado un ejército que se parezca más a una partida de bandoleros. Casi todos los hombres son de raza mezclada; casi todos tienen sangre negra, india, española, en las venas. No sé por qué, pero los hombres de tal origen, rara vez tienen buena apariencia. Me presentó al secretario del general para mostrarle mi pasaporte.
Lleva esa carta al general Rosas, quien me envía un atentísimo mensaje, y el secretario
viene en mi busca, pero esta vez muy cortés y muy cumplido. ...Permanecemos dos días en el Colorado; no tengo nada que hacer, pues todo el país circundante no es sino un pantano inundado por el río en verano (diciembre), cuando se derriten las nieves en las cordilleras. Mi principal diversión consiste en observar a las familias indias que acuden a comprar diferentes productos de poco valor en el rancho que nos sirve de habitación. Se suponía que el general Rosas tenía unos 600 aliados indios. La raza es grande y hermosa.
[…] El general Rosas expresó deseos de verme (…) Es un hombre de un carácter extraordinario, que ejerce la más profunda influencia sobre sus compatriotas, influencia que sin duda pondrá al servicio de su país para asegurar su prosperidad y su ventura.
Dícese que posee 74 leguas cuadradas de terreno y unas 300.000 cabezas de ganado.
Dirige admirablemente sus inmensas propiedades y cultiva mucho más trigo que todos los demás propietarios del país. Realizó leyes para sus propias estancias y además creó un cuerpo de tropas (de varios centenares de hombres) que organizó admirablemente para que resistieran los ataques de los indios: por todo esto se hizo célebre. (...)
El general Rosas es también un perfecto jinete, cualidad muy importante en un país donde un ejército eligió un día su general a consecuencia del siguiente hecho. Se hizo entrar en un corral un rebaño de caballos salvajes y luego se abrió una puerta cuyos montantes estaban unidos en lo alto por una barra de madera. Se convino en que quien, saltando desde la barra, consiguiera ponerse a horcajadas encima de uno de esos animales indómitos en el momento de escaparse del corral y además lograra sostenerse sin silla ni brida sobre el lomo del caballo y volviese a entrarlo, sería elegido general. Un individuo lo consiguió y fue electo, resultando sin duda ninguna un general muy digno de tal ejército.
También el general Rosas realizó esa hazaña. Empleando estos medios, adoptando el traje y las maneras de los gauchos, es como el general Rosas consiguió una popularidad muy grande en el país.

Juan Manuel de Rosas según Lucio V. Mansilla


Lucio V Mansilla fue un periodista, escritor, político y militar nacido en Buenos Aires en 1831. Era hijo de Agustina Rosas, hermana de Juan Manuel de Rosas.
“No tiene más libros que los indispensables, y el Diccionario. Las noches del campo son largas, lo lee; escribe, escribe mucho, da instrucciones y órdenes por escrito a sus capataces; porque eso es mandar más claramente, siendo más terminante, porque así no alegarán que no entendieron bien, y porque al mismo tiempo a fuerza de escribir y escribir perfecciona su letra, que llega a ser hermosa y no mediocre su ortografía. En sus primeros años ser rico, significa para él todo: es un fin supremo (...). Era hombre de orden, moderado, de buenas costumbres, con prestigio entre el gauchaje; tras de él, estarían otros estancieros gobernando.

El General Facundo Quiroga según el viajero francés Juan Teodoro Lacordaire.


Juan Teodoro Lacordaire fue un científico francés, naturalista, profesor y luego Rector de la Universidad de Lieja. Entre los años 1825 y 1832 Lacordaire viajó por las Provincias Unidas del Río de la Plata y otras regiones de América. En 1829 estaba en Córdoba y presenció la batalla de La Tablada, en la que se enfrentaron los ejércitos liderados por el General Paz y el General Facundo Quiroga. A su regreso a Francia publicó una serie de obras. A continuación un fragmento de un escrito suyo publicado en ​Revue des deux mondes ​ que reprodujo el historiador José Luis Busaniche:
"A eso del mediodía, y por la entrada de los desfiladeros pudo verse la cabeza de una columna
de ejército [de Facundo Quiroga], marchando en dirección a la ciudad (…). La columna entró en la ciudad y vino a colocarse en orden de batalla a lo largo de nuestra calle, la que ocupó en toda su extensión. Quiroga y Bustos venían a la cabeza. La vista de estos dos hombres y sobre todo del primero, que oíamos nombrar hacía mucho tiempo, excitó nuestra curiosidad.
(Quiroga) era de talla mediana pero bien proporcionado. Sus miembros musculosos denotaban la fuerza y la audacia; (...) sus ojos (...) que mantenía invariablemente bajos cuando hablaba, producían temor. Una barba tan espesa que le ocultaba la mitad del rostro, hacía más característica su expresión [...].
Como no recibiéramos la orden de partir, permanecimos próximos a él para ser testigos de los sucesos. Un ayudante que había sido enviado a los milicianos encerrados en la plaza, con una capitulación, si así puede llamarse a la orden de rendición incondicional, volvió con la respuesta: aquellos pedían cierto tiempo para deliberar.
Quiroga leyó el papel con una sonrisa de menosprecio y lo pasó a Bustos, por encima del hombro. Después se lo tomó de las manos, tachó de un plumazo el contenido del papel y dijo al ayudante que intimara a los sitiados la rendición, porque de lo contrario atacaría la plaza de inmediato. Los milicianos, que habían resistido la víspera ignorando la fuerza de sus enemigos obedecieron y se dispersaron… Quiroga entró entonces en la plaza con parte de sus tropas, subió al Cabildo, nombró gobernador provisorio al cuñado de Bustos, y dejando quinientos hombres para defender la ciudad, volvió a tomar sus posiciones de la mañana en la llanura de La Tablada”.

Facundo Quiroga según José María Paz.


José María Paz fue un militar criollo que luchó en la guerra de independencia, en la Guerra del Brasil y en las luchas entre las provincias luego de 1820, contra los caudillos federales.
Derrotó a las tropas de Facundo Quiroga en la batalla de La Tablada. Escribió sus memorias, a las que pertenece el siguiente texto:
“En las creencias populares con respecto a Quiroga, hallé también un enemigo fuerte a quien combatir; cuando digo populares, hablo de la campaña, donde esas creencias habían echado raíces […] en todas partes obedecían sus mandatos; tenía un célebre caballo moro (así llaman al caballo de un color gris), que […] le revelaba las cosas más ocultas y le daba los más saludables consejos; tenía escuadrones de hombres que cuando lo ordenaba, se convertían en fieras […].
[…] Cuando me preparaba para esperar a Quiroga, antes de La Tablada, ordené al comandante don Camilo Isleño, […] que trajese un escuadrón […] y la noche antes de incorporárseme, se desertaron ciento veinte hombres de él, quedando solo treinta …
Cuando le pregunté la causa de un proceder tan extraño, lo atribuyó al miedo de los milicianos a las tropas de Quiroga. Habiéndole dicho de qué provenía ese miedo, siendo así que los cordobeses tenían dos brazos y un corazón como los riojanos, balbuceó algunas expresiones […]. Me contestó que habían hecho concebir a los paisanos que Quiroga traía entre sus tropas cuatrocientos Capiangos […]. Los Capiangos, según él, o según lo entendían los milicianos, eran unos hombres que tenían la sobrehumana capacidad de convertirse, cuando lo querían, en ferocísimos tigres; y ya ve usted – añadía el candoroso comandante – que cuatrocientas fieras lanzadas de noche a un campamento acabarían con él irremediablemente’.